Pese a que éramos plenamente conscientes de los augurios meteorológicos, no fue motivo suficiente para cancelar la acampada que teníamos planeada desde hacia varias semanas. Y es que como bien dice nuestro amigo Roberto, a quien echamos mucho de menos en esta ruta, la montaña no sólo es bella cuando está bien peinada (link al lucero). Además, había un motivo nuevo por el que no debíamos faltar a la ruta, y es que el que escribe se marcha al extranjero de forma indefinida. Por ello, cada paso, palabra y silencio fueron salpicados con tintes de despedida.

Dejamos los coches en La Hoya del Portillo donde se encuentra un manantial con agua potable que resultó estar seco. Esto ya aventuraba la escasez de agua que sobrevenía. Cuando llegamos al Pico ya estábamos sin agua, así que decidimos potabilizar agua del Lago de la Caldera mediante hervido o bien derretir nieve de algunos neveros que encontramos en la cara norte. Al final nos donaron unas pastillas potabilizadoras con las que conseguimos 5 litros de agua más. Una salvación.